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La naranja MECÁNICA, de stanley kubrick (1971)

Aspectos psicológicos, filosóficos y otras curiosidades de La naranja mecánica.

Para el cristianismo, Freud y Kubrick, el ser humano está condenado de antemano. Su perdición es irremediable.

Eugenio Sánchez Bravo

Publicado: 2014-03-21

1. Influencia freudiana. 

La influencia del psicoanálisis de Freud en los planteamientos antropológicos de la película es muy importante. Obsérvese como Kubrick insiste en que el fondo de la naturaleza humana lo habitan las pulsaciones sexuales y agresivas. La energía sexual está íntimamente ligada a la energía destructiva. Sobre el acto sexual sobrevuela con frecuencia el ansia de dominación, humillación y aniquilación. Esto se resume en la escultura fálica con la que Alex machaca el cráneo de la señora de los gatitos. Esta culpabilización del ser humano, considerado malvado por naturaleza es típica de la mentalidad judeo-cristiana que comparten tanto Freud como Kubrick. Recuérdese que Alex duerme junto a una serpiente, símbolo del pecado original. Anthony Burgess siempre estuvo en desacuerdo con la adaptación de Kubrick precisamente por esta visión tan pesimista del ser humano. Cuenta que la edición norteamericana de la novela había sido amputada de su capítulo final, el 21. El editor estadounidense consideraba que ese último capítulo, en el que Alex, aburrido de la ultraviolencia, decide enfocar sus energías hacia algo más productivo como crear música o tener hijos, era una traición al resto de la novela. Informó a Burgess de que deseaba publicar la novela sin ese último capítulo. Este, necesitado de dinero, aceptó. De este modo, la edición norteamericana del libro no contaba con ese último capítulo, y esta fue la versión que Kubrick utilizó. Burgess entiende que la mentalidad, tanto del editor estadounidense como de Kubrick, es la clásica mentalidad judeo-cristiana que opina que el hombre es malvado, cainita, por naturaleza. Su destino irremediable es el pecado en forma de sexo y violencia. Esta visión pesimista del ser humano excluye la posibilidad del uso de la libertad para el progreso moral o la posibilidad de que la educación termine dando frutos positivos. "Para el cristianismo, Freud y Kubrick, el ser humano está condenado de antemano. Su perdición es irremediable." Burgess está diametralmente en contra de este punto de vista y esa es su principal crítica a la película.

Portada del libro "La naranja mecánica" de Anthony Burgess.

2. La brillantez cinematográfica.

Aunque la película sigue más o menos fielmente los capítulos de la novela, la brillantez cinematográfica de la misma se debe completamente a Kubrick. Este lleva a cabo una adaptación magistral incluyendo elementos no existentes en la novela y que, con el tiempo, se han convertido en momentos clásicos del cine como, por ejemplo, la decoración del bar lácteo Korova donde servían leche plus, la decoración estilo 2001 de la casa del escritor, las sombras amenazantes que se acercan al mendigo acorralado, la perfecta conjunción de la música (Beethoven, Rossini, Elgar y Singin’ in the rain) y las imágenes, las narices prominentes de descaradas connotaciones fálicas, el falo-mecedora, …

3. El tratamiento Ludovico. 

Es el tratamiento que le aplican a Alex para abortar en él cualquier impulso agresivo y sexual. Funciona del mismo modo que la terapia conductista de estimulación aversiva que se le aplica al alcohólico para ayudarlo a abandonar su adicción: el paciente llega a considerar repugnante el alcohol y abandona su consumo gracias al uso de fármacos como el Disulfiram, que provoca fuertes y repentinas resacas siempre que se consuma alcohol. Así, Alex aprende a rehuir cualquier los reflejos violentos o sexuales gracias a una medicación semejante administrada repetidamente durante el visionado de material violento.

Que la psiquiatría conductista lleva buscando el modo de deshacer la mente del individuo para volver a reconstruirla a su antojo es evidente desde sus inicios. Ahora bien, suele asociarse la psiquiatría y la medicina con la búsqueda hipócrita de lo mejor para paciente. Sin embargo, quienes han desarrollado los actuales métodos de tortura empleados en Guantánamo y otras cárceles administradas por la CIA han sido psiquiatras conductistas. Su obsesión es desarmar la mente del enfermo (terrorista, violador, antisocial…) y volver a reconstruirla sobre unos fundamentos más civilizados. Desgraciadamente, la psiquiatría conductista sólo ha tenido éxito en la primera parte del proyecto, es decir, en destruir la mente de sus pacientes. En este trabajo son auténticos expertos. La periodista Naomi Klein relata en su reciente libro "La doctrina del shock", el auge del capitalismo del desastre los orígenes del despiadado plan psiquiátrico que se ejecuta en la película y en cualquier cárcel de la CIA.

Condicionamiento del protagonista para la RECREACIÓN del tratamiento ludovico.

4. El crimen para nada.

El sociólogo francés Gilles Lipovetsky en su libro "La era del vacío" (Barcelona: Anagrama, 1996) hace de la ultraviolencia, el crimen para nada, una característica propia e inevitable de nuestro tiempo.

"El crimen para nada: seguramente esto no es nuevo, también las épocas pasadas tuvieron crímenes crapulosos con miserables ganancias. A finales del siglo XIX existe aún una criminalidad llamada de las vallas; se ataca a un burgués extraviado, un paseante atraído hacia las zanjas de las fortificaciones. Pero esas violencias tenían en común, que reconducían la inmemorial connivencia del crimen y de la noche, de lo ilegal y lo secreto. Hoy esa relación está a punto de desaparecer el crimen hard se realiza a la luz del día, en medio de la ciudad, indiferente al anonimato, indiferente a los lugares y a las horas, como si el crimen se esforzase en participar de la pornografía de nuestro tiempo, la de la visibilidad total. Siguiendo la desestabilización general, la violencia se separa de su principio de realidad, los criterios del peligro y la prudencia desaparecen, así se instaura una banalización del crimen incrementada por un aumento incontrolado en los medios de la violencia."

5. La relación entre la música de Beethoven, la barbarie nazi y la ultraviolencia.

Esta ha sido tratada por filósofos como Theodor W. Adorno. ¿Cómo es posible, se pregunta Adorno, que una civilización capaz de la creación y disfrute de una música tan sublime sea capaz de semejante barbarie? ¿Cómo volver a hacer arte después de Auschwitz? La lección de Kubrick es que la música o el arte no excluyen la violencia. El amor a la Belleza no es, por tanto, incompatible con el Mal. La moraleja que extraen tanto Kubrick como Adorno es que la tranquilizadora unidad platónico-cristiana de Bien-Verdad-Belleza ha desaparecido.

6. La violencia del Estado sobre los prisioneros.

La película de Kubrick ilustra de modo ejemplar la violencia que el Estado ejerce sobre los individuos a través de las prisiones y los psiquiátricos. Esta violencia ha sido tratada de un modo brillante por el filósofo francés Michel Foucault en libros como Vigilar y castigar. Según Foucault las prisiones o los manicomios son los modos en que el Estado domestica y disciplina a los grupos humanos.

7. Otras curiosidades:

- La novela de Anthony Burgess (1917-1993) está escrita en nadsat, un inglés futurista mezclado con el ruso. Su lectura es bastante difícil si no se utiliza el diccionario final. Burgess argumenta que utilizó este artificio lingüístico para disfrazar el alto contenido pornográfico y violento de la novela.

- El atentado que sufre el escritor en la novela es un desagradable episodio autobiográfico. Mientras Burgess estaba en Malasia cuatro desertores del ejército americano entraron en su casa y violaron su mujer.

- Tanto Burgess como Kubrick fueron conscientes de que muchos jóvenes leían la novela o veían la película con la intención de imitar los comportamientos violentos de Alex. Tanto es así, que Kubrick retiró la película del Reino Unido al poco tiempo y no pudo volver a verse allí hasta después de su muerte.

- Un apunte de Ramón Buenaventura conmemorando la primera edición de La naranja mecánica el 14 de mayo de 1962:

"14 de mayo de 1962: primera edición de A Clockwork Orange, que nueve años después sacaría Stanley Kubrick en formato cine, convirtiéndola en la obra más famosa de Anthony Burgess. No, desde luego, la mejor. [No sé cuál podríamos proponer para el número uno. A mí me gusta mucho Enderby (tetralogía, 1963-1984, 1, 2 , 3 , 4), pero también, por ejemplo, A Dead Man in Deptford (1993, sobre Christopher Marlowe) y The End of the World News (1982: la tenía recién publicada cuando nos conocimos o, mejor dicho, cuando tuve la suerte de conocerlo). Son extraordinarias sus memorias, cuyo segundo tomo traduje...Cuánto sentí su muerte, hace ya casi quince años. Los escritores de mi edad tuvimos una generación de padres extraordinarios, nacidos en la segunda década del siglo, tras la primera guerra mundial: Cortázar, Durrell, Burgess... Largo etcétera."

Fuente: Eugenio Sánchez Bravo http://auladefilosofia.net/2008/10/14/stanley-kubrick-a-clockwork-orange-la-naranja-mecanica-1971/


Escrito por

Alejandro Arias Vasquez

Pensador heterodoxo. Lic. en Turismo. Estudiante de Sociología y Filosofía. Dramaturgo por casualidad.


Publicado en

Pánico de la escena

El tema viene detrás de la emoción, el sentido, después.